viernes, 31 de octubre de 2008

Peter Handke, LA MUJER ZURDA

El niño había terminado de escribir y leía en voz alta: "Cómo me imagino una vida mejor?: Me gustaría que no hiciera ni frío ni calor. Que sople siempre un viento tibio; de vez en cuando una tormenta en la que la gente tiene que acurrucarse. Los coches desaparecen. Las casa serían rojas. Los arbustos serían oro. La gente lo sabría todo y no necesitaría aprender nada más. Se viviría en islas. En las calles los coches están abiertos y se puede entrar cuando se está cansado. Ya no se está cansado. Los coches no son de nadie. Por la noche la gente no se va nunca a la cama. La gente se duerme allí mismo donde está. No llueve nunca. De todos los amigos hay siempre cuatro, y la gente que uno no conoce desaparece. Todo lo que uno no conoce desaparece."

miércoles, 29 de octubre de 2008

Fernando Luis Chivite, LA TAPIA AMARILLA

Los hombres dicen lo que ven. Miran a su alrededor y dicen lo que ven. Nombran las cosas para poseerlas pero lo único que consiguen es abrir abismos. Abismos y heridas. Creen elevarse con las palabras pero lo único que consiguen es caer en las palabras. Creen purgarse con las palabras, creen tonificarse y curarse con ellas, pero lo único que consiguen es herirse una y otra vez. Lo único que consiguen es dañarse con las palabras y enfermar por causa de las palabras una y otra vez.

martes, 28 de octubre de 2008

Hermanos Çapek, EL JUEGO DE LOS INSECTOS

VAGABUNDO:

Es listo ese tipo. Y con respecto a mí
a lo mejor estoy algo chalado, ¿a quién le importa?

Esa no es la única razón por la que veo
todo doble, todo en pares.

Esos pajarillos ahí arriba, ¡os estoy viendo!
Pío, pío, pi... ¡Señor! cómo pían y pían.
Y las mariposas de nuevo
menuda diversión tienen,
amor quieren. Algún día
lo conseguirán quizá.
A todas las cosas les pasa, a casi todas...
(Imagínate que tuvieras una chica
que amase a todos los que se le acercaran,
¿no te maldecirías a ti mismo,
no te darías al alcohol?)
Bueno, así es el mundo
y aunque estoy al margen de la vida
es bueno saber de qué se trata.

viernes, 24 de octubre de 2008

Max Frisch, NO SOY STILLER

El doctor Bohnenblust, mi defensor de oficio, tiene naturalmente razón: por más que le cuente cien veces cómo se desarrolla el incendio de una aserradora de californiana, cómo se pintan las negras en América o cuál es el color de Nueva York cuando en un anochecer coinciden una nevada con un temporal (se da este caso) o cómo hay que componérselas para desembarcar sin papeles en el puerto de Brooklyn, no le demuestro que haya estado allí. Vivimos en la era de las reproducciones. La mayoría de las imágenes que tenemos del mundo, no las hemos visto con nuestros propios ojos, o mejor dicho, las hemos visto con nuestros propios ojos, pero no en su propio lugar: somos auditores, espectadores y conocedores de lejos. Se puede no haber salido nunca de esta pequeña ciudad y tener todavía intacta en el oído la voz de Hitler, ser capaz de reconocer al sha de Persia a tres metros de distancia, saber cómo brama el monzón en el Himalaya o qué aspecto tiene el mar a mil metros de profundidad. Hoy en día todo el mundo puede estar al corriente de todo, y, sin embargo, yo no he estado nunca en el fondo del mar ni me he acercado (como los suizos) a la cima del Everest. Con la vida interior del hombre ocurre lo mismo. Todo el mundo está enterado de todo. ¿Cómo diablos he de poder demostrar a mi abogado que no debo el conocimiento de mis instintos de asesino a C.G. Jung, el de los celos a Marcel Proust, el de España a Hemingway, el de París a Ernst Jünger, el de Suiza a Mark Twain, el de Méjico a Graham Greene, el del terror a la muerte a Georges Bernanos, el de la imposibilidad de llegar a nada a Kafka y gran cantidad de otras cosas a Thomas Mann? Y ni siquiera hay necesidad de haber leído a todos estos autores, los llevamos dentro a través de nuestros amigos, que, a su vez, viven perpetuamente de plagios. ¡Qué época ésta! Ya no significa nada decir que uno ha visto peces espada o que ha amado a una mujer mulata. Todo eso se puede haber visto una buena mañana en una película documental. Tener ideas es algo imposible. Resulta ya muy raro encontrar en esta era un cerebro que se limite a un solo tipo de plagio, y ello es prueba de personalidad, ver el mundo a través de Heidegger y sólo a través de él; nosotros, los demás, flotamos en una cocktail que contiene un poco de todo, sabiamente mezclado por Eliot, y de todo sabemos un poco, pero muy poco, de manera que ni siquiera nuestros relatos del mundo tangible demuestran nada. Para nosotros ya no existe actualmente ninguna terra incógnita (excepto Rusia). Por consiguiente, ¿a qué tanto hablar, si no demuestro que lo que digo lo he vivido efectivamente? Mi abogado tiene razón. Y sin embargo…