lunes, 28 de diciembre de 2009

ESCALADA, Ludwig Hohl

Tenía que subir, y hemos de mencionar que lo hizo de modo casi imperceptible, centímetro a centímetro, ora por aquí, ora por allá. A ningún animal puede comprarse esta manera de trepar tan difícil. Tampoco hace falta mencionar la gamuza, pues no sabe escalar en absoluto, a pesar de que al andar y saltar supera con creces al ser humano. En el caso de la ardilla, que es portentosa en este aspecto, se suele olvidar fácilmente su cola, que le permite utilizar el aire, es decir, volar en parte. ¿Quizás los monos? No lo sé. Pero se impone una comparación con el mundo de las plantas, a pesar de su enorme diversidad: la hiedra.

lunes, 7 de diciembre de 2009

LA MUERTE DEL AUTOR, Roland Barthes

Balzac, en su novela Sarrasine, hablando de un castrado disfrazado de mujer, escribe lo siguiente: «Era la mujer, con sus miedos repentinos, sus caprichos irracionales, sus instintivas turbaciones, sus audacias sin causa, sus bravatas y su exquisita delicadeza de sentimientos.» ¿Quién está hablando así? ¿El héroe de la novela, interesado en ignorar al castrado que se esconde bajo la mujer? ¿El individuo Balzac, al que la experiencia personal ha provisto de una filosofía sobre la mujer? ¿El autor Balzac, haciendo profesión de ciertas ideas «literarias» sobre la feminidad? ¿La sabiduría universal? ¿La psicología romántica? Nunca jamás será posible averiguarlo, por la sencilla razón de que la escritura es la destrucción de toda voz, de todo origen. La escritura es ese lugar neutro, compuesto, oblicuo, al que va a parar nuestro sujeto, el blanco-y-negro en donde acaba por perderse toda identidad, comenzando por la propia identidad del cuerpo que escribe.

domingo, 6 de diciembre de 2009

POLZUNKOV, Fedor Dostoievski

Su continua movilidad, sus giros y contorsiones le daban la exacta semejanza de un muñeco. ¡Y cosa rara! Parecía temeroso de las bromas, a pesar de que vivía casi exclusivamente de hacer el bufón ante todo el mundo, expuesto siempre a recibir bofetadas tanto morales como materiales, a juzgar por la compañía de la que se rodeaba. Los bufones voluntarios no se merecen compasión, pero yo noté en seguida que este ser raro, este hombre ridículo no era un bufón profesional; aun había en él algo de caballeresco. Sus desasosiegos, sus recelos incesantes hablaban a su favor. Me parece que el deseo de congraciarse con todo el mundo se debía más a bondad de alma que a consideraciones mercenarias. Permitía que todos se le riesen en las propias narices de la manera más descarada; pero al mismo tiempo —y estoy pronto a jurarlo— le dolía y le entristecía pensar que la brutal grosería de sus oyentes se manifestase en risotadas, no precisamente ante sus dichos o hechos, sino ante él; que se burlasen de su persona, de su corazón, de su cabeza, de su facha, de todo su cuerpo, de su carne y de su sangre.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

UN ENCUENTRO PELIGROSO, Ernst Jünger

La niebla da a las ciudades un ambiente íntimo, recogido. Durante el día, difumina las formas y tamiza la luz. Por la noche, convierte los barrios en grandes casas en las que se suceden salas y corredores. Hay personas que aborrecen este tiempo y otras que sienten predilección por él. Entre éstas se cuentan no sólo quienes aman lo íntimo, recoleto y familiar, sino también los que gustan de andar enmascarados. Almas solitarias que amortiguan la luz del día con extrañas melancolías, se animan ahora como los murciélagos en el desván. Los enamorados se abrazan como si los cubriera un manto que los hiciera invisibles. Los leprosos gozan del aire puro y los depredadores hacen su trabajo mientras en los muelles suenan las sirenas.

martes, 1 de diciembre de 2009

EL PESO DEL MUNDO, Peter Handke

Si hablo de mí mismo, a menudo es sólo por incomodidad

Intentar olvidar los pensamientos o imágenes que alguna vez tuvimos, para no repetirlos continuamente ni aferrarse a ellos cuando entre ellos se extiende el vacío

A veces, la sensación de que debería arrancarme la boca con los dedos para no ser siempre el mismo

sábado, 21 de noviembre de 2009

GLOSA, Juan José Saer

Por alguna razón que ignora y en la que, por supuerto, no está pensando, los recuerdos y los pensamientos de Leto se interrumpen y Leto ve la calle, los árboles, el edificio del diario, los autos, el Matemático, el cielo, el aire, la mañana, como una unidad nítida y viva, de la que él está un poco separado pero bien presente, en todo caso en un punto justo y necesario del espacio, o del tiempo, o de una substancia, fluido o lugar sin nombre que es sin duda el óptimo, y en el que todas las contradicciones, sin que lo haya pedido, ni siquiera deseado, benévolas, se borran.

martes, 17 de noviembre de 2009

CUENTOS DEL EXILIO, Antonio Di benedetto

Me proyecto a un opuesto perfecto de la amargura, la violencia y el mal, y me veo a mí mismo convertido en pan dulce, en "panettone" italiano de harina, pasas y frutas escarchadas. Convertido en pan dulce, espolvoreado de azúcar impalpable, estoy en el escaparate de una pastelería, entre blancas tartas de bodas y cajas de bombones listadas de papel celofán de colores.

Una señora elige y compra ese pan dulce, es por la navidad. En su hogar un filoso cuchillo me corta, una mano me distribuye y muchos dientes me destrozan.

jueves, 5 de noviembre de 2009

EL HACEDOR DE SILENCIO, Antonio Di Benedetto

Los urbanistas de todas las naciones, que según Besarión no tienden a la ciudad antisonora, me rodean, juntan las cabezas por encima de mi cuerpo amilanado y me asestan un golpe de cordura:

—Se puede hacer la casa que no reciba ruidos, aunque es muy cara. Pero en la casa que más perfectamente impida la emisión del ruido, si se abre una ventana, el ruido sale.

Atiendo con respeto. Luego, ellos han terminado y, desde el suelo, yo pateo. Digo:

—Apelo.

—¿Apelas ante quién?

—Ante quien pueda mejorar al hombre.

—¿Para que no haga ruido?

—Para que el hombre no haga daño al hombre. Ni daño visible ni daño invisible.

—¿Y si lo hace sin saberlo...? ¿Si él cree emitir música y tú recibes el ruido...?

—Oh —me desespero, al advertir que emplean los secretos argumentos de mi mente—, entonces que se pueda creer en la palabra del hombre. Que baste levantar la mano y decir " No me hagas daño" y el otro se abstenga, al comprender que, para alguien, su jazmín es una lanza.

A veces me abstraigo y pienso así, en forma dialogada. Sólo que, como si fueran ciertos, estos diálogos intensos me dejan lacerado.

martes, 13 de octubre de 2009

Maeterlinck

Apenas expresamos algo lo empobrecemos singularmente. Creemos que nos hemos sumergido en las profundidades de los abismos y cuando volvemos a la superficie la gota de agua que pende de la pálida punta de nuestros dedos ya no se parece al mar del que procede. Creemos que hemos descubierto en una gruta maravillosos tesoros y cuando volvemos a la luz del día sólo traemos con nosotros piedras falsas y trozos de vidrio; y sin embargo en las tinieblas relumbra aún, inmutable, el tesoro.

lunes, 12 de octubre de 2009

EL ARTE, Auguste Rodin

Es feo en el arte lo que es falso, lo que es artificial, lo que pretende ser bonito o bello en lugar de expresivo, lo que es afectado y precioso, lo que sonríe sin motivo, lo que amanera sin razón, lo que se arquea o se endereza sin causa, todo lo que carece de alma y de verdad, todo lo que no es más que alarde de hermosura y de gracia, todo lo que miente.

Cuando un artista, con la intención de embellecer la Naturaleza, añade verde a la primavera, rosa a la aurora, púrpura a los labios jóvenes, crea fealdad porque miente.

Cuando atenúa la mueca de dolor, la deformidad de la vejez, el espanto de la perversidad, cuando corrige la Naturaleza, cuando la vela, la disfraza, la modera para complacer al público ignorante, crea fealdad porque tiene miedo a la verdad.

sábado, 10 de octubre de 2009

LAS TRIBULACIONES DEL ESTUDIANTE TÖRLESS, Robert Musil

La afición de Tórless por ciertos estados de ánimo era el primer indicio de un desarrollo interior que luego se manifestó como una capacidad especial de asombrarse. Más adelante, se desarrolló en él, como condición dominante, la singular capacidad de sentir en los acontecimientos, las personas, las cosas y a menudo también en él mismo, algo de un carácter insuperablemente incomprensible, así como por otro lado de una afinidad inexplicable, nunca del todo justificada. Le parecían cosas accesibles a la inteligencia, y sin embargo no podía aprehenderlas con las palabras o el pensamiento. Entre los acontecimientos exteriores y su yo, más aún, entre sus propios sentimientos y aquella parte más íntima y recóndita de su yo, que anhela conocer esos sentimientos, quedaba siempre una línea divisoria que, como un horizonte, retrocedía a medida que él se acercaba. Sí, cuanto más precisamente aferraba sus sensaciones al pensamiento, cuanto más las conocía, más extrañas e incomprensibles se le presentaban; de manera que terminaron por crearle la impresión de que no eran ellas las que se apartaban, sino que era él mismo que se alejaba, sin poder, de todos modos, librarse de la ilusión de que iba hacia ellas.

sábado, 19 de septiembre de 2009

LA BANSHEE EMIGRANTE, Gertrude Henderson

—Vivimos tiempos difíciles, muy difíciles —comentó la banshee—. Llevo gimiendo por los O´Grady, fielmente, más de siete generaciones. En todos estos años ni uno solo de ellos ha muerto sin que antes yo no viniera y gimiera. Ahogados, enfermos, ahoracados, y el crup, y la gota... para mí todos han sido iguales. He gemido por todos ellos, uno tras otro, y en períodos de hambruna incluso tres en una semana, y nunca le he fallado a ninguno de ellos. Y no hay una sola banshee en Irlanda, y te digo la pura verdad, sin vanagloria, sin un lamento más horrible que el que les he dedicado todo el tiempo. Ninguna como yo para que se les hiele la sangre en sus corazones, se les salgan los ojos de las órbitas y se les doblen las rodillas.

viernes, 18 de septiembre de 2009

EL HORLA, Guy de Maupassant

Las gentes del lugar, las del monte, aseguran que de noche se oyen voces en el arenal, y que también se oye el balido de dos cabras, una con voz fuerte, otra con voz débil. Los incrédulos afirman que se trata de gritos de pájaros marinos, que unas veces semejan balidos y otras quejas humanas; pero los pescadores que regresan tarde juran que se han encontrado, errando por las dunas, entre dos mareas, alrededor de la pequeña ciudad separada por esa razón del mundo, con un viejo pastor, al que nunca han visto la cabeza, siempre cubierta por una especie de abrigo, y que conduce, caminando delante, un macho cabrío con rostro de hombre y una cabra con rosotro de mujer, ambos con largas cabelleras blancas, que hablan sin cesar y se pelean en una lengua desconocida, hasta que dejan de querellarse y se ponen a balar con todas sus fuerzas.

LA DILIGENCIA FANTASMA, Amelia B. Edwards

Repetí la pregunta en voz algo más alta, pero con idéntico resultado. Entonces perdí la paciencia y solté el marco corredizo de la ventana. Al hacerlo, el tirante de cuero se partió, quedándoseme en la mano, y observé que el cristal estaba cubierto por una fina capa de moho, acumulado, se diría, en el curso de los años. Interesado por el estado de la diligencia, la examiné con mayor atención y, a la luz incierta de los faroles de fuera, vi que estaba absolutamente ruinosa. No sólo necesitaba reparaciones por todas partes, sino que se estaba pudriendo. Las ventanillas se rajaban al tocarlas. Los accesorios de cuero estaban enmohecidos y literalmente putrefactas las juntas de las molduras. El suelo casi se quebraba bajo mis pies. En pocas palabras, todo el vehículo estaba muy dañado por la humedad y pensé que sin duda había sido rescatado del almacén, donde llevaría años descomponiéndose, para rodar un par de días más por las carreteras.

jueves, 17 de septiembre de 2009

LOS OJOS DE UN CRIADO, Hermann Lenz

Ese pasó a ser entonces para él el camino más confortable: las estrechas calles muertas y las casas casi vacías; las calles reverberaban blancos; en un jardín había una mata de flores amarillas y el que una dama estuviese sentada en un balcón con los pies apoyados en un taburete, tapizado de rojo, y leyese reclinada, le produjo una alegría casi salvaje, y pensó: "Se lo explicaré a Elise".

martes, 15 de septiembre de 2009

CUANDO DESEAR TODAVÍA ERA ÚTIL, Peter Handke

Ahora hace ya cuatro semanas
que reluce el sol
y me he sentado en la terraza
y a todo lo que me pasaba por la cabeza
y a todo lo que veía
únicamente le he respondido "sí, sí"

miércoles, 9 de septiembre de 2009

LA MUERTE DE IVÁN ILICH, Tolstoi

Este yacía como todos los muertos. Producía una particular sensación de pesadez, con los miembros petrificados y hundidos en la caja, con la cabeza reposando para siempre en el cojín y sacando, como siempre hacen los muertos, su frente amarilla de cera, con los escasos cabellos pegados en las hundidas sienes y la nariz saliente, que parecía inclinada sobre el labio superior. Había cabiado mucho, estaba aún más delgado desde que Piotr Ivánovih lo viera la última vez, pero, como les ocurre a todos los muertos, su cara era más hermosa y, sobre todo, con más expresión que cuando estaba vivo. Esta cara parecía decir que todo cuanto era necesario hacer había sido hecho; y había sido hecho bien.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

LA TERCERA GUERRA MUNDIAL, Ismael Grasa

Los hermanos, ya en carreteras catalanas, hacen señas cuando pasan junto a algún otro coche con matrícula de Huesca, los de uno y los de otro vehículo se miran y tratan de reconocerse. Luego los hermanos utilizan el cronómetro del reloj de la comunión para jugar a no respirar. Por la tarde, aparcado el coche cerca de la playa, se acercan a ver el mar, pero no sienten nada y se cansan en seguida.

miércoles, 15 de julio de 2009

EL VILLORRIO, Faulkner

Erguido en la galería del bazar, dominando la media docena de individuos que estaban sentados, o en cuclillas, con sus cuchillos y trozos de madera, Varner contempló a su visitante atravesar el pórtico, cojeando, rígido, sin mirar ni a derecha ni a izquierda, bajar, desatar entre de entre los caballos de tiro y de montar, atados al pie del balcón, un mulo escuálido de ronzal raído y riendas de cuerda, arrastrarlo hasta la escalera, montarlo torpemente sin doblarse, y alejarse, siempre sin echar una mirada a su alrededor ni a los hombrese sentados en corro.

martes, 14 de julio de 2009

DIARIOS, Kafka

Ayer en la fábrica. Las muchachas con sus vestidos intolerablemente sucios y sueltos, con los pelos revueltos, como si acabasen de despertarse, con la expresión cerrada a causa del ruido incesante de las correas de transmisión y de las máquinas que, aun siendo automáticas, tienen imprevisibles paros bruscos; no son personas, no las saludamos, no les pedimos disculpas cuando tropezamos con ellas; si las llamamos para un pequeño trabajo, lo realizan, pero vuelven inmediatamente a la máquina; con un gesto de cabeza, les indicamos dónde deben ponerse; ahí están en enaguas, sometidas al más mínimo poder, y ni siquiera tienen la mente bastante serena para reconocer dicho poder y ganarse su aquiescencia con unas miradas o unas inclinaciones. Pero así que dan las seis, se llaman unas a otras, se quitan los pañuelos del cuello y de la cabeza, se quitan el polvo con un cepillo que recorre toda la sala y que las impacientes reclaman, se ponen las faldas por la cabeza y se lavan las manos lo mejor que pueden — al fin son mujeres; a pesar de la palidez y de los dientes estropeados, pueden sonreír, menear sus anquilosados cuerpos; ya no podemos tropezar con ellas, mirarlas y pasarlas por alto; nos pegamos a las mugrientas cajas para dejarles libre el paso, nos quitamos el sombrero cuando nos dan las buenas noches, y no sabemos cómo tomarlo cuando una nos sostiene el abrigo para que nos lo pongamos.

lunes, 13 de julio de 2009

WERTHER, Goethe

Muchas veces se ha dicho que la vida es un sueño, y no puedo apartar de mí esta idea. Cuando considero los estrechos límites en que están encerradas las facultades activas e investigadoras del hombre; cuando veo que la meta de nuestros esfuerzos estriba en satisfacer nuestras necesidades, las cuales, a su vez, sólo tienden a prolongar una existencia efímera; que toda nuestra tranquilidad sobre ciertos puntos de nuestras investigacioens no es otra cosa que una resignación meditabunda, y que nos entretenemos en bosquejar deslumbradoras perspectivas y figuras abigarradas en los muros que nos aprisionan; todo esto, Guillermo, me hace enmudecer. Me reconcentro en mí mismo y hallo un mundo dentro de mí; pero un mundo más poblado de presentimientos y de deseos oscuros que de realidades y de fuerzas vivas. Todo, entonces, se tambalea ante mis sentidos, y sigo por el mundo con mi sonrisa de ensueño.

miércoles, 8 de julio de 2009

RELATOS DE KOLIMÁ, Varlam Shalámov

El camino está abierto. Por él puede ir gente, convoyes de trineos, tractores.

Si se sigue tras los pasos del primer hombre, huella a huella, se formará un sendero visible pero difícilmente transitable y estrecho: una trocha y no un camino, lleno de hoyos por los cuales es más difícil avanzar que por la nieve vírgen.

El trabajo más duro es para el primero, y cuando a éste se le agotan las fuerzas, lo reemplaza otro, de aquel mismo quinteto de cabeza. De entre los que siguen los pasos del primero, cada uno de ellos, incluso el más pequeño, el más débil, debe pisar un pedazo de manto nevado y no alguna otra huella.

Y sobre los tractores y a caballo no viajan los escritores, sino los lectores.

UNIONES, Robert Musil

El gran contexto sentimental de su existencia, que se había ido tejiendo a lo largo de los años, se hizo visible por un instante en la lejanía detrás de todo eso, estéril, casi sin valor. Pensó: "Se graba una línea, cualquier línea con tal de que quepa en un contexto, para poder asirse de uno mismo entre la muda y saliente existencia de las cosas; ésa es nuestra vida; algo así como cuando se habla sin parar, creyendo erróneamente que cada palabra pertenece a la anterior y llama a la siguente, porque tememos que, en el momento del silencio demoledor, nos tambalearemos de manera inimaginable y quedaremos disueltos por él; pero sólo es miedo, sólo debilidad frente a la espantosa casualidad de todo lo que hacemos, que se abre frente a nosotros como un abismo..."

jueves, 2 de julio de 2009

CARTA, Julia Uceda

La página inundada de silencio.
¿La entiende alguien?

Escribiría: "Oigo
voces de muchos pájaros", o
"Se murió en el olvido", pero
¿lo entiende alguien?

Hábito de silencio,
de voces fragmentadas.

No, probablemente:
mejor ¿informaciones puntuales?,
que se dice.

Y la firma, sin fecha.

El resto del papel, meditando en silencio,
recorrido por la pluma sin tinta,
por la voz de una muda,
se dejará mirar.

Quizá se entienda.

lunes, 22 de junio de 2009

LUGAR, Juan José Saer

Mis valencias turísticas son limitadas. Ver la tierra desde la luna y pasearme por ese suelo polvoriento, oyendo el chasquido de mis zapatos gruesos contra las esférulas y los pedruzcos de piroxena, olivina y feldespato, chirriar la materia vitrificada y muerta bajo las suelas, no me produjo mayor entusiasmo que mis visitas (un poco obligadas por los hábitos de la época, como mi carrera de astronauta lo fue en cierto sentido por un padre militar) a las cataratas del Iguazú o al desierto del Gobi. No digo que no me haya producido ninguno sino que el que experimenté fue de lo más módico. Tal vez la única maravilla auténtica de mi paseo haya sido que las huellas de mis zapatos quedarán impresas en ese polvo pardo durante millones de años, pero también eso tiene su lado negro, porque en las noches de insomnio, o en las mañanas indecisas y turbias en las que la situación parece sin salida, la forma estriada y ancha de esas huellas, obcecada y autónoma, insiste en venir a estamparse, nítida y excluyente, durante horas e incluso durante días, en la zona clara de mi mente.

viernes, 22 de mayo de 2009

UN HÉROE DE NUESTRO TIEMPO, Mijaíl Y. Lérmontov

Arrancamos: cinco flacos caballejos tiraban penosamente de nuestros carros por un tortuoso camino hacia el monte Gud; íbamos a pie detrás, calzando con piedras las ruedas cuando los animales se paraban, exhaustos; parecía que el camino condujese al cielo, porque, en todo cuanto abarcaba la vista, seguía elevándose sin interrupción hasta perderse en la nube que desde la tarde anterior flotaba sobre la cumbre del Gud como un buitre acechando la presa; crujía la nieve bajo nuestros pies; el aire estaba anrareciéndose, hasta el punto de hacer daño al respirar; la sangre fluía continuamente a la cabeza, pero al mismo tiempo una sensación de bienestar iba inundando todas mis venas y produciéndome una inexplicable alegría; la de sentirme tan por encima del mundo. No discuto que era un sentimiento pueril, pero al alejarnos de los convencionalismos sociales y acercarnos a la Naturaleza nos hacemos involuntariamente niños: todo lo adquirido se desprende del alma y esta vuelve a ser tal como fue antaño y como probablemente volverá a ser. Quien, igual que yo, haya tenido ocasión de vagar por montañas desiertas, de contemplar larga, muy largamente, sus fantásticas formas y de aspirar con avidez el aire vivificador expandido entre sus precipicios, no dejará de comprender mi afán de transmitir, relatar, dibujar esos mágicos cuadros.

miércoles, 20 de mayo de 2009

EL ASTILLERO, Juan Carlos Onetti

Esperó a que el sol iluminara el techo con la luz de las seis de la tarde. Se acarició frente al espejo la carne barbuda del mentón, se puso agua en el pelo, hizo llover talco sobre tres dedos y estuvo masajeándose las mejillas, la frente y la nariz. No quería pensar al anudarse la corbata, al ponerse el saco, al elegir una de las dos polveras. "Este señor que me mira en el espejo." Caminó metiéndose en la quietud del frío, tieso y taconeando sin resultado, calle abajo sobre la tierra húmeda, negro y empequeñecido entre las alturas de árboles.

miércoles, 29 de abril de 2009

COMO VIVÍ Y COMO MORÍ, Virgilio Piñera

Pues viví, salvo algunas satisfacciones de tono menor, como un miserable. Un miserable es un ser humano cuyo trasero se encuentra a la disposición de todos los pies; absolutamente de todos los pies, comprendidos los mismos pies de los miserables. Un detalle curioso: si un juez o un periodista me preguntase qué animal he visto más en mi vida, le diría sin vacilación que la cucaracha. Más que perros y gatos, animales que siempre ganarían en un concurso de compañeros del hombre. Y juré, en uno de esos raros días en que mi estómago estaba repleto, que si por un vuelco de la fortuna llegaba a ennoblecer mi vida, en mi escudo aparecería una magnífica cucaracha de oro en un campo azul...

martes, 28 de abril de 2009

BARTLEBY, EL ESCRIBIENTE, Herman Melville

Subiendo a mi antigua morada, encontré a Bartleby silencioso, sentado sobre la baranda en descanso.

—¿Qué está haciendo ahí, Bartleby? —le dije.

—Sentado en la baranda —respondió humildemente.

Lo hice entrar a la oficina del abogado, que nos dejó solos.

—Bartleby —dije —, ¿se da cuenta de que está ocasionándome un gran disgusto, con su persistencia en ocupar la entrada después de haber sido despedido de la oficina?

Silencio.

—Tiene que elegir. O usted hace algo, o algo se hace con usted. Ahora bien, ¿qué clase de trabajo quisiera hacer? ¿Le gustaría volver a emplearse como copista?

—No, preferiría no hacer ningún cambio.

—¿Le gustaría ser vendedor en una tienda de géneros?

—Es demasiado encierro. No, no me gustaría ser vendedor —respondió como para cerrar la discusión.

—¿Qué le parece un empleo en un bar? Eso no fatiga la vista.

—No me gustaría, pero, como he dicho antes, no soy exigente.

Su locuacidad me animó. Volví a la carga.

—Bueno, ¿entonces quisiera viajar por el país como cobrador de comerciantes? Sería bueno para su salud.

—No, preferiría hacer otra cosa.

—¿No iría usted a Europa, para acompañar a algún joven y distraerlo con su conversación? ¿No le agradaría?

—De ninguna manera. No me parece que haya en eso nada preciso. Me gusta estar fijo en un sitio. Pero no soy exigente.

viernes, 24 de abril de 2009

EL ENANO, Pär Lagerkvist

Mi estatura es de 65 centímetros. Estoy bien conformado, con las proporciones correspondientes, aunque tengo la cabeza un poco grande. El pelo no es negro, como el de los demás, sino colorado y echado hacia atrás de las sienes, y de una frente que más impresiona por lo ancha que por lo alta. Soy lampiño, pero, fuera de eso, mi rostro es como el de cualquiera. Las cejas son espesas. Mi fuerza física es considerable, especialmente si me enfurezco. Cuando se dispuso la lucha entre yo y Josafat, a los veinte minutos lo puse con la espalda contra el suelo y lo estrangulé. Desde entonces, aquí no hay más enano que yo.

sábado, 18 de abril de 2009

LOS CUADERNOS DE FRITZ KOCHER, Robert Walser

¿Cómo podría explicarlo? La música es un llanto en melodía, un recuerdo en tonos, una pintura en sonidos. No sé decirlo mejor. Sólo que las palabras sobre el Arte más arriba mencionadas no pueden ser tomadas en serio. Son tan poco ciertas como es el hecho de que hoy no me haya encontrado con ningún sonido. Algo me falta cuando no escucho música, y cuando escucho música, me falta algo de verdad. Esto es lo mejor que he sabido decir a propósito de la música.

viernes, 17 de abril de 2009

RÍANSE DEL HIPOPÓTAMO, Elimiliano Pastor Steinmeyer

Al fin llora, mientras dice el final del monólogo.

¡Estoy convencida de que nuestra emoción es el agua: somos agua, Rodolfo, somos agua, el agua se mezcla y los subpuntos somos tú y yo, o sea el periquito y la leona, estoy convencida, hijo de puta, al margen de ese libro, lo sé, somos agua, hijo de puta, dime al menos cómo se sale de aquí, no veo na...!

Grita. Mira bajo su zapato.

miércoles, 8 de abril de 2009

EDWARD STACHURA, Pura descripción

Y soñaba con grandes ciudades despobladas, abandonadas, derruidas. Iba por las calles sobre el asfalto ardiente; el silencio era tan tenso que al caminar sentía yo como si fueran a rompérseme los tendones de mis tobillos. Andaba de puntillas, mas a pesar de ello, a cada instante, un edificio se derrumbaba tras de mí, lenta y silenciosamente; inclinándose, agrietándose, desmoronándose trozos de piedra, bloques, ladrillos, marcos de ventanas, vidrios; todo silenciosa y calladamente se pulverizaba, como en un film en cámara lenta, hacia los cuatro puntos cardinales.

Soñaba con sombras sin sangre, sobre inmensas pantallas blancas, que se lanzaban contra sí mismas luchando a vida o muerte, derrumbándose unas a otras. Y en el aire resonaba, retumbaba, bramaba una música de ópera, que quién sabe de dónde provenía.

miércoles, 18 de marzo de 2009

MIGUEL DE CERVANTES, Don Quijote de la Mancha

Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia, que las informaciones del rico. Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico como por entre los sollozos e importunidades del pobre. Cuando pudiere y debiere tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al delincuente; que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo. Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia.

sábado, 14 de marzo de 2009

YURI KAZAKOV, El mar blanco

Todo el día siguiente tendría que estar en su consultorio de abogado redactando escritos, pensando en desgracias humanas, entre ellas muchas familiares. Luego se iría a casa. ¿Para ver a quién? Después llegaría el verano, un verano largo, viajes, la canoa, la tienda de campaña; y, de nuevo, ¿con quién? Sintió deseos de ser mejor, más humano, de hacer cualquier cosa por que ella fuera feliz.

Cuando salieron a la plaza de la estación los faroles ya estaban encendidos, habían amontonado la nieve y se la habían llevado. Ninguno de los dos tenía la sensación de haber hecho un viaje, ni de haber pasado dos días juntos. Comprendieron que tenían que decirse adiós e ir cada uno a su casa, y que no volverían a verse hasta dos o tres días después. Todo volvía a ser como todos los días, sencillo y tranquilo; y se despidieron como siempre, con una sonrisa rápida y sin que él la acompañara.

NÂZIM HIKMET, Poemas finales

Todas las cortinas echadas todas las puertas cerradas
dónde están en dónde en dónde
en algún lugar al que ni se va ni se viene
los mudos susurran a los sordos desde lejos desde muy lejos
la mirada no tiene ojos el correr no tiene pies
estoy cansado de perseguir lo inalcanzable
me voy a fumar un cigarro


31 de mayo de 1962.

miércoles, 11 de marzo de 2009

BOHUMIL HRABAL, Yo que he servido al rey de Inglaterra

... en realidad en esa cervecería yo siempre había verificado que el fundamento de la vida consiste en preguntarse sobre la muerte, cómo me iba a comportar cuando llegue mi hora, que en realidad la muerte, no, el preguntarse a sí mismo es un discurso enfocado a través del prisma del infinito y la eternidad, que el hecho de pensar en la muerte es el comienzo de un pensamiento hermoso, pues saborear el sinsentido de ese camino propio, que de todas maneras termina con una marcha prematura, ese deleite y vivencia de la propia aniquilación, eso llena al hombre de eamargura y, en consecuencia, de belleza.

lunes, 2 de marzo de 2009

ROBERT WALSER, El paseo

—¿Podría —pregunté con timidez— ver y apreciar al instante lo más esmerado y serio, y por tanto naturalmente también lo más leído y más rápidamente reconocido y vendido? Me obligará en alto grado a inusual agradecimiento si me hace el enorme favor y tiene la bondad de mostrarme ese libro, que, como sin duda nadie sabe con tanta exactitud como precisamente usted, ha encontrado el máximo favor tanto en el público lector como en la temida y, por tanto sin duda también, halagada crítica, y lo seguirá encontrando. No sabe cuánto me interesa saber enseguida cuál de todos los libros u obras de la pluma aquí apilados y expuestos es ese libro favorito en cuestión, cuya visión con toda probabilidad, como he de sospechar del modo más vivo, me convertirá en inmediato, alegre, entusiasta comprador. El deseo de ver al escritor favorito del mundo instruido y su obra maestra admirada, entusiásticamente aplaudida, y como he dicho probablemente de comprarla, me hormiguea y cosquillea por todos los miembros. ¿Puedo rogarle que me muestre ese libro exitosísimo para que el ansia que se
ha apoderado de todo mi ser se satisfaga y deje de inquietarme?
—Con mucho gusto —dijo el librero. Desapareció como una flecha, para volver al instante siguiente con el ansioso comprador e interesado, y llevando en la mano el libro más comprado y más leído, de valor en verdad perdurable. Llevaba el valioso producto intelectual tan cuidadosa y solemnemente como si portara una milagrosa reliquia. Su rostro mostraba arrobo; su gesto irradiaba el máximo respeto, y con una sonrisa en los labios como sólo pueden tener los creyentes e íntimamente convencidos, me enseñó del modo más favorable lo que traía consigo. Yo contemplé el libro y pregunté:
—¿Podría usted jurar que este es el libro más difundido del año?
—Sin duda.
—¿Podría afirmar que este es el libro que hay que haber leído?
—A toda costa.
—¿Y es realmente bueno?
—¡Qué pregunta tan superfina e inadmisible!
—Se lo agradezco mucho —dije con sangre fría; preferí dejar tranquilamente donde estaba el libro que había tenido la más absoluta difusión, porque había que haberlo leído a toda costa, y me alejé sin ruido, sin perder una sola palabra más.

GIOVANNI PAPINI, El piloto ciego

Sepan, pues, de una vez, ¡oh alumnos de este día!, que el mundo no es más que un discurso, un largo y complicado discurso, enorme, oscuro, secular, que espera una respuesta. Hay alguien que quiere decir algo a los hombres y no habla la lengua de los hombres. Habla por símbolos, por medio de las cosas, de los hechos, de los acontecimientos. El universo es su discurso, es su palabra hecha carne, hecha tierra, hecha planta, hecha sol; es su palabra misteriosa, que desde hace siglos y siglos va del cielo a la tierra sin que ninguno de ustedes la escuche o la comprenda. Y por eso, y no por otra razón, este discurso se repite y vuelve a decir para cada vida las mismas cosas, las mismas eternas cosas. El mundo es monótono porque es un discurso que se repite, y se repite porque ninguno de ustedes sabe responder, porque son mudos.

CZESLAW MILOSZ, Dádiva

Un día muy feliz.
La niebla se levantó pronto, trabajé en el jardín.
Los colibrís se demoraban sobre las madreselvas.
No había cosa en la tierra que yo deseara poseer.
Sabía que no merecía la pena que envidiase a nadie.
Cualquier mal que hubiera sufrido, lo olvidé.
Pensar que una vez fui el mismo hombre no me molestaba.
En el cuerpo no sentía dolor.
Cuando me estiré, vi el mar azul y velas.

jueves, 19 de febrero de 2009

LEONIDAS ANDREYEV, El rey hambre

—A mí me tritura el martillo de hierro. Exprime la sangre de mis venas; rompe los huesos; me transforma en un pedazo de lata.

—A mí me mueve la rueda.

—Día y noche me golpea el serrucho en los oídos, cortando el acero. Todos los sueños, todo lo que veo, todas las palabras, todas las canciones que escucho, todo es el chirriar del serrucho cortando el acero. ¿Qué es la tierra? El chirriar de un serrucho. ¿Qué es el cielo? El chirriar de un serrucho, que corta el acero. Día y noche.

—Día y noche.

—Día y noche.

(El martillo golpea. Tres veces)

—Así trituran las máquinas.

(Una voz muy fuerte)

—Nosotros mismos somos pedazos de máquinas.

—Yo soy un martillo.

—Yo soy una correa siladora.

—Yo una rueda.

(Una voz débil)

—Yo soy un pequeño tornillo, con la cabeza partida en dos. Esto firmemente atornillado. Y callo. Pero tiemblo como todos.

—Yo soy un pedazo de carbón. Me lanzan al horno y doy fuego y calor. Y siempre me lanzan de un lugar a otro y mi fuego no se extingue jamás.

—Fuego somos. Hornos candentes.

—No; alimento del fuego.

—Somos máquinas.

—Tengo miedo.

—Tengo miedo.

(El martillo golpea)

(Suena una voz asustada e implorante)

—¡Oh, máquinas terribles!

—¡Oh, máquinas terribles!

—¡Oremos! ¡Oremos a las máquinas!

martes, 17 de febrero de 2009

SAMUEL BECKETT, Molloy

Debí haberme quedado dormido, porque en la ventana brillaba una enorme luna. Dos barrotes la dividían en tres partes, la intermedia era constante de tamaño, mientras que poco a poco la derecha iba ganando lo que perdía la izquierda. Porque la luna iba de izquierda a derecha o el cuarto iba de derecha a izquierda, o quizá los dos a la vez, las dos de izquierda a derecha, sólo que el cuarto más despacio que la luna, o de derecha a izquierda, sólo que la luna más despacio que el cuarto, si es que en tales condiciones puede hablarse de izquierda y derecha. Parecía indudable que estaban produciéndose movimientos de gran complejidad, y sin embargo, aparentemente, ¿qué más claro que aquel gran resplandor amarillo que bogaba lentamente detrás de los barrotes y era lentamente absorbido, hasta el eclipse, por la opacidad del muro? Y entonces su lento recorrido se inscribía en las paredes, bajo la forma de una claridad rayada de arriba abajo que por algunos instantes hicieron estremecer las hojas, y que terminó por desaparecer también, dejándome sumido en la oscuridad. ¡Qué difícil hablar comedidamente de la luna! ¡Es tan puta! Debe ser su culo lo que nos está exhibiendo todo el rato.

MANUEL PUIG, Boquitas pintadas

Y ahora estoy tan cambiada, hoy no me peiné en todo el día de tantas ganas de morirme.

lunes, 16 de febrero de 2009

IGNAZIO SILONE, Fontamara

A la cabeza de todo está Dios, señor del cielo.
Después viene el Príncipe Torlonia, señor de la tierra.
Después viene la guardia armada del Príncipe Torlonia.
Después vienen las jaurías de la guardia armada del Príncipe Torlonia.
Después no viene nadie más.
Y aún nadie más.
Y aún otra vez nadie más.
Después vienen los campesinos.

viernes, 13 de febrero de 2009

BOHUMIL HRABAL, Trenes rigurosamente vigilados

Anteayer un caza enemigo ametralló encima de nuestra ciudad a un caza alemán hasta quitarle un ala. Y el fuselaje se incendió y cayó en algún lugar del campo, pero el ala aquella, al soltalse del fuselaje, arrancó varios puñados de tornillos y tuercas, que cayeron sobre la plaza y les abollaron las cabezas a unas cuantas mujeres. Pero aquella ala planeaba sobre nuestra ciudad, los que podían se quedaban mirándola, hasta que el ala, con un movimiento chirriante se elevó por encima de la misma plaza, donde se juntaron los clientes de dos restaurantes, y la sombra del ala aquella cruzaba la plaza y la gente atravesaba la plaza corriendo hacia un lado y en seguida corría hacia el lado donde había estado un momento antes, porque el ala no dejaba de moverse como un péndulo enorme, que hacía huir a los ciudadanos en dirección contraria al sitio posible de su caída y mientras tanto emitía un ruido cada vez más fuerte y un sonido silibante. Y entonces dio un giro rápido y cayó en el jardín del decano. Y a los cinco minutos los ciudadanos ya se llevaban el metal y las chapas de aquella ala, para que en seguida, al día siguiente, aparecieran como techos de jaulas de conejos o gallineros; un ciudadano cortó esa misma tarde tiras de aquella chapa y por la noche se hizo en la moto unos hermosos protectores para las piernas.

miércoles, 11 de febrero de 2009

FEDOR DOSTOIEVSKI, El jugador

Pero he empezado a divagar y usted no me para. Deténgame más a menudo; cuando hablo con usted quiero decirlo todo, todo, todo. Pierdo la forma. Estoy de acuerdo, incluso, en que no sólo es la forma, sino que carezco de mérito alguno. Se lo confieso. Ni siquiera me preocupo de los méritos. En mí se ha detenido todo. Usted sabe la razón. En mi cabeza no hay ni un solo pensamiento humano. Hace mucho que no sé lo que ocurre en el mundo, ni en Rusia ni aquí. Pasé por Dresde y no recuerdo qué es eso de Dresde. Usted misma sabe lo que me domina. Como no tengo la menor esperanza y a sus ojos soy un cero a la izquierda, hablo abiertamente: la veo en todas partes, lo demás me es indiferente. No sé por qué la quiero ni cómo la amo. Es posible que ni tan solo sea bonita. Figúrese que ni sé si usted es guapa o no. Su corazón, de seguro, es malo; su alma no es noble... Podría ocurrir muy bien.

lunes, 9 de febrero de 2009

FRANZ KAFKA, Fragmentos de cuadernos y hojas sueltas

Son muchos los que esperan, una inmensa muchedumbre que se pierde en la oscuridad. ¿Qué quieren? Parece que vienen con determinadas exigencias. Me enteraré de lo que piden y responderé después. Pero al balcón no voy a salir; tampoco podría, aunque quisiera. En invierno cierran la puerta del balcón y no tengo a mano la llave. Pero tampoco me acercaré a la ventana. No quiero ver a nadie, no quiero ver nada que me perturbe; mi sitio está junto al escritorio, la cabeza entre las manos: ésa es mi posición.

ISAAC BASHEVIS SINGER, La destrucción de Kreshev

Ahora bien, podéis creerme, no fue sólo el fervor religioso lo que provocó el llanto de Lise. Durante los días y semanas previas a la boda estuve trabajando con ahínco. La muchacha se atormentaba con toda clase de preocupaciones y extraños pensamientos. Si en un momento la aterraba la idea de que pudiera no ser virgen, al siguiente rompía a llorar, temerosa de no soportar el dolor en el momento de la desfloración. De pronto la asaltaba una sensación inexplicable de vergüenza, y a continuación sentía miedo de sudar demasiado en la noche de bodas, o de que le doliera el estómago, o de mojar la cama o de sufrir aún peores humillaciones. La invadía también la sospecha de que algún enemigo la había embrujado, y revisaba su ropa en busca de algún nudo escondido. Ansiaba aplacar ese torrente de inquietudes, mas no lograba contenerlo. "¿Quién sabe? —se le ocurrió pensar un día—, tal vez estoy soñando despierta y no sea cierto que esté a punto de casarme". "¿O quizá mi prometido sea una especie de demonio con forma humana, y la ceremonia nupcial será sólo una ilusión y los invitados espíritus del mal?" A todo ello se añadían espantosas pesadillas. Acabó perdiendo el apetito y sufriendo de estreñimineto. Mientras todas las muchachas de Kreshev envidiaban su felicidad, ella padecía crueles tormentos.

LEV TOLSTOI, Confesión

Es terriblemente extraño, pero ahora lo comprendo: nuestro verdadero objetivo, nuestro deseo más íntimo, era obtener la mayor cantidad de dinero y de alabanzas posible. Para lograrlo no sabíamos hacer otra cosa que escribir libros y publicar en los periódicos. Y a eso nos dedicábamos. Pero para ocuparnos en algo tan inútil y al mismo tiempo mantener la convicción de que éramos personas muy importantes, necesitábamos un razonamiento que justificara lo que estábamos haciendo. Y encontramos lo siguiente: todo lo que existe es racional. Y todo lo que existe evoluciona. Y esa evolución depende de la instrucción. La instrucción se mide por la difusión de libros y periódicos: somos, por consiguiente, las personas más útiles, los mejores. Este razonamiento habría sido muy bueno si todos hubiéramos estado de acuerdo; pero cada idea expresada por uno suscitaba en el otro el pensamiento diametralmente opuesto, y eso debería habernos hecho reflexionar. Sin embargo, no reparábamos en ello. Nos pagaban, y la gente de nuestro círculo nos elogiaba; por lo tanto, cada uno de nosotros creía estar en lo cierto.

Ahora veo claro que no había ninguna diferencia entre nosotros y la gente que vive en un manicomio; entonces sólo lo sospechaba vagamente y, como todos los locos, pensaba que todo el mundo había enloquecido excepto yo.

miércoles, 28 de enero de 2009

BLAS DE OTERO, Tu vientre y otros resabios

después de muerto me basta ser electrón

viernes, 23 de enero de 2009

MÁRIO DE SÁ CARNEIRO, Yo mismo y el otro

Lisboa, 1907 - Octubre, 12

Soy un puñal de oro cuya lámina se ha quedado roma.

Mi alma es aguda —vibra al tomar impulso. Sólo mi cuerpo es pesdo. Tengo mi alma presa en el zaguán.

No soy cobarde frente al miedo. Sólo soy cobarde frente a mí mismo. ¡Ah! Si yo fuese hermoso...

Me avergüenzo de lo grande que me siento.

Soy tan grande que sólo puedo contarme mis miedos a mí mismo.

Nunca tuve miedo. Tuve siempre frío.

viernes, 16 de enero de 2009

WITOLD GOMBROWICZ, Ferdydurke

—Sí, pero la maestra de francés parece interesante —observó Pimko.

—¡Pero qué esperanza! Yo mismo no puedo hablar con ella durante un minuto sin bostezar dos veces por lo menos.

—¡Ah, entonces es otra cosa! ¿Serán, sin embargo, bastante experimentados y conscientes de su misión pedagógica?

—Son las más fuertes cabezas de la capital —repuso el director—; ninguno de ellos tiene un solo pensamiento propio; y si lo tuviese, ya me encargaría yo de echar al pensamiento o al pensador. Esos maestros son perfectos alumnos y enseñan sólo lo que aprendieron; no, no, no queda en ellos ningún pensamiento propio.

—Cucu, cuculato —dijo Pimko—, veo que dejo a mi Pepe en buenas manos. Sólo un verdadero maestro sabrá inyectar a sus alumnos esa agradable inmadurez, esa simpática indolencia e ineficacia ante la vida, que han de caracterizar a la nación, que será así un buen campo de actuación para nosotros, verdaderos pedagogos, "Dei gratia". Sólo con un personal bien adiestrado lograremos infantilizar a todo el mundo.

—Sss... Sss... Sss... —repuso el director Piorkowski, tomándolo por la manga—; es cierto, cuculillo, pero cuidado, no hay que hablar de eso en voz alta.

miércoles, 14 de enero de 2009

VOLTAIRE, Cándido

Cándido, temblando como un filósofo, se escondió lo mejor que pudo durante toda la matanza heroica. Al fin, mientras los dos reyes hacían entonar un "tedéum" en cada campo, decidió irse a razonar sobre los efectos y las causas, teniendo que hacer un camino regado de muertos y heridos antes de llegar a una aldea vecina, que encontraron reducida a escombros. Esta pequeña aldea abara había sido quemada por los búlgaros, según las leyes del derecho público. Por todos lados yacían viejos con el cuerpo acribillado, que dirigían miradas postreras hacia sus mujeres degolladas con los hijos mamando de sus ensangrentados pechos; las jóvenes mostraban sus vientres abiertos, después de haber servido para satisfacer las necesidades naturales de algunos héroes, y exhalaban sus últimos suspiros. Otras, medio quemadas, pedían a gritos que se acabase con ellas. Por el suelo, sesos humanos hallábanse esparcidos, al lado de brazos y piernas cercenadas.

martes, 13 de enero de 2009

ANTONIO GAMONEDA, Libro del frío

Lame tu piel el animal del llanto, ves grandes números infecciosos y, en el extremo de la indiferencia, giras insomne, musical, delante del último dolor.

Vienen, extienden

sobre tu corazón sábanas frías.

GIOVANNI PAPINI, Bufonadas

Mire usted, yo no soy como los demás. A mí me interesa todo. Me duele mi infancia. También yo recuerdo cuán bárbaramente fue sacrificada e incomprendida mi inteligencia entonces. Estoy seguro de haber sido más inteligente a los diez años que ahora. Estoy locamente enamorado de la libertad y no tengo prejuicios. Conmigo puede usted hablar sin miedo.

lunes, 5 de enero de 2009

VERGÍLIO FERREIRA, Para siempre

No tuve el coraje de pedírtelo. Música lejana, en el trazado remoto de mi vida entera. Salimos de la facultad, ya era tarde, todo el cielo se nublaba de las memorias del final del día. Sandra vivía allí mismo, era una casa estrecha, encima de la esquina de un café, yo necesitaba tanto estar contigo, existir para ti. Porque yo estaba desnivelado, tú exististe enseguida brutalmente para mí. Existías con un fervor íntimo finísimo en la fimbria de mis nervios, en la fundición como un metal de toda mi personalidad. Oh, nunca la tuve delante de ti. Eras hermosa minúscula graciosa. Espuma leve de un vino en el límite de la embriaguez. Delicada flor. Y el terror de que mi aliento te quemase. Era así.

—Entonces hasta mañana.

oh, no. Un momento todavía, sólo un momento, pero ¿qué voy a decir?, ¿qué restos de mí son aprovechables para ser decente ante ti?

—Todavía no me ha dicho qué le ha parecido el pianista.

—Bien. Creo que bien. Y entonces hasta mañana.

Le cogí la mano breve, oye

—Escuche, Sandra.

—Sí. Pero no se llevará la mano...

—Necesito tanto hablar con usted.

—Sí. Pero hoy no, ¿eh?

—¿Cuándo?

—Oh, no sé. Cualquier día.

Abrí la mano, apartó la suya, me quedé con la mía todavía en el aire como implorando que no. Fue cuando otra vez la música de la tierra, llega en la voz de una mujer, la oigo. Estoy solo, como difícilmente puedo imaginar. A veces, instantánea, la imagen de la realidad. Me quedo quieto, la respiración prendida, los ojos desorbitados. Es una explosión de evidencia sin una idea para ella. ¿Cómo se puede ser hombre sin olvidar?, se es hombre sobre todo por lo que se olvida. Y entonces Sandra se volvió de espaldas, frágil, leve, delineación sutil. Un hombre pasaba por delante de la facultad, era bajo, lo parecía, tal vez por la frente inclinada, concentrada hacia la intimidad de sí mismo.

—Eh, Predicador

los chavales le tiraban monedas, él las cogía. Levantaba a un lado y a otro los brazos con gestos cortos, iba gesticulando, no decía nada.

jueves, 1 de enero de 2009

RAYMOND QUENEAU, Mi amigo Pierrot

Acodado muy a gusto, Pierrot pensaba en la muerte de Luis XVI, lo que quiere decir nada preciso en particular; no había en su cabeza sino un vaho mental, ligero y casi luminoso como la bruma de una hermosa mañana de invierno, sino un vuelo de mosquitas anónimas. Los autos se hostiaban con energía, los troles crepitaban contra el hilo metálico, había mujeres que gritaban, y, más allá, en todo el resto del Uni-Park, había un rumor de multitud que se divierte, un clamor de charlatanes y farsantes que convierte y un fragor de objetos que se invierten. Pierrot no tenía ninguna idea especial sobre la moralidad pública ni el porvenir de la civilización. Nunca le habían dicho que fuera inteligente. Le habían repetido más bien que se conducía como un zopenco o que tenía analogías con la luyna. En todo caso, aquí, ahora, estaba feliz y contento, vagamente. Por lo demás, entre las mosquitas, había una mayor que las otras y más insistente. Pierrot tenía un oficio, al menos por esta temporada. En octubre, ya vería. De momento, tenía un tercio de año ante él zumbando con los cuartos de su paga. Había motivo para que estuviera feliz y contento quien, como él, tenía un conocimiento permanente de los días inciertos, las semanas poco probables y los meses muy deficientes. El ojo a la virulé le dolía un poco, pero, ¿acaso ha impedido el sufrimiento físico alguna vez la felicidad?