lunes, 28 de diciembre de 2009

ESCALADA, Ludwig Hohl

Tenía que subir, y hemos de mencionar que lo hizo de modo casi imperceptible, centímetro a centímetro, ora por aquí, ora por allá. A ningún animal puede comprarse esta manera de trepar tan difícil. Tampoco hace falta mencionar la gamuza, pues no sabe escalar en absoluto, a pesar de que al andar y saltar supera con creces al ser humano. En el caso de la ardilla, que es portentosa en este aspecto, se suele olvidar fácilmente su cola, que le permite utilizar el aire, es decir, volar en parte. ¿Quizás los monos? No lo sé. Pero se impone una comparación con el mundo de las plantas, a pesar de su enorme diversidad: la hiedra.

lunes, 7 de diciembre de 2009

LA MUERTE DEL AUTOR, Roland Barthes

Balzac, en su novela Sarrasine, hablando de un castrado disfrazado de mujer, escribe lo siguiente: «Era la mujer, con sus miedos repentinos, sus caprichos irracionales, sus instintivas turbaciones, sus audacias sin causa, sus bravatas y su exquisita delicadeza de sentimientos.» ¿Quién está hablando así? ¿El héroe de la novela, interesado en ignorar al castrado que se esconde bajo la mujer? ¿El individuo Balzac, al que la experiencia personal ha provisto de una filosofía sobre la mujer? ¿El autor Balzac, haciendo profesión de ciertas ideas «literarias» sobre la feminidad? ¿La sabiduría universal? ¿La psicología romántica? Nunca jamás será posible averiguarlo, por la sencilla razón de que la escritura es la destrucción de toda voz, de todo origen. La escritura es ese lugar neutro, compuesto, oblicuo, al que va a parar nuestro sujeto, el blanco-y-negro en donde acaba por perderse toda identidad, comenzando por la propia identidad del cuerpo que escribe.

domingo, 6 de diciembre de 2009

POLZUNKOV, Fedor Dostoievski

Su continua movilidad, sus giros y contorsiones le daban la exacta semejanza de un muñeco. ¡Y cosa rara! Parecía temeroso de las bromas, a pesar de que vivía casi exclusivamente de hacer el bufón ante todo el mundo, expuesto siempre a recibir bofetadas tanto morales como materiales, a juzgar por la compañía de la que se rodeaba. Los bufones voluntarios no se merecen compasión, pero yo noté en seguida que este ser raro, este hombre ridículo no era un bufón profesional; aun había en él algo de caballeresco. Sus desasosiegos, sus recelos incesantes hablaban a su favor. Me parece que el deseo de congraciarse con todo el mundo se debía más a bondad de alma que a consideraciones mercenarias. Permitía que todos se le riesen en las propias narices de la manera más descarada; pero al mismo tiempo —y estoy pronto a jurarlo— le dolía y le entristecía pensar que la brutal grosería de sus oyentes se manifestase en risotadas, no precisamente ante sus dichos o hechos, sino ante él; que se burlasen de su persona, de su corazón, de su cabeza, de su facha, de todo su cuerpo, de su carne y de su sangre.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

UN ENCUENTRO PELIGROSO, Ernst Jünger

La niebla da a las ciudades un ambiente íntimo, recogido. Durante el día, difumina las formas y tamiza la luz. Por la noche, convierte los barrios en grandes casas en las que se suceden salas y corredores. Hay personas que aborrecen este tiempo y otras que sienten predilección por él. Entre éstas se cuentan no sólo quienes aman lo íntimo, recoleto y familiar, sino también los que gustan de andar enmascarados. Almas solitarias que amortiguan la luz del día con extrañas melancolías, se animan ahora como los murciélagos en el desván. Los enamorados se abrazan como si los cubriera un manto que los hiciera invisibles. Los leprosos gozan del aire puro y los depredadores hacen su trabajo mientras en los muelles suenan las sirenas.

martes, 1 de diciembre de 2009

EL PESO DEL MUNDO, Peter Handke

Si hablo de mí mismo, a menudo es sólo por incomodidad

Intentar olvidar los pensamientos o imágenes que alguna vez tuvimos, para no repetirlos continuamente ni aferrarse a ellos cuando entre ellos se extiende el vacío

A veces, la sensación de que debería arrancarme la boca con los dedos para no ser siempre el mismo