jueves, 19 de febrero de 2009

LEONIDAS ANDREYEV, El rey hambre

—A mí me tritura el martillo de hierro. Exprime la sangre de mis venas; rompe los huesos; me transforma en un pedazo de lata.

—A mí me mueve la rueda.

—Día y noche me golpea el serrucho en los oídos, cortando el acero. Todos los sueños, todo lo que veo, todas las palabras, todas las canciones que escucho, todo es el chirriar del serrucho cortando el acero. ¿Qué es la tierra? El chirriar de un serrucho. ¿Qué es el cielo? El chirriar de un serrucho, que corta el acero. Día y noche.

—Día y noche.

—Día y noche.

(El martillo golpea. Tres veces)

—Así trituran las máquinas.

(Una voz muy fuerte)

—Nosotros mismos somos pedazos de máquinas.

—Yo soy un martillo.

—Yo soy una correa siladora.

—Yo una rueda.

(Una voz débil)

—Yo soy un pequeño tornillo, con la cabeza partida en dos. Esto firmemente atornillado. Y callo. Pero tiemblo como todos.

—Yo soy un pedazo de carbón. Me lanzan al horno y doy fuego y calor. Y siempre me lanzan de un lugar a otro y mi fuego no se extingue jamás.

—Fuego somos. Hornos candentes.

—No; alimento del fuego.

—Somos máquinas.

—Tengo miedo.

—Tengo miedo.

(El martillo golpea)

(Suena una voz asustada e implorante)

—¡Oh, máquinas terribles!

—¡Oh, máquinas terribles!

—¡Oremos! ¡Oremos a las máquinas!

martes, 17 de febrero de 2009

SAMUEL BECKETT, Molloy

Debí haberme quedado dormido, porque en la ventana brillaba una enorme luna. Dos barrotes la dividían en tres partes, la intermedia era constante de tamaño, mientras que poco a poco la derecha iba ganando lo que perdía la izquierda. Porque la luna iba de izquierda a derecha o el cuarto iba de derecha a izquierda, o quizá los dos a la vez, las dos de izquierda a derecha, sólo que el cuarto más despacio que la luna, o de derecha a izquierda, sólo que la luna más despacio que el cuarto, si es que en tales condiciones puede hablarse de izquierda y derecha. Parecía indudable que estaban produciéndose movimientos de gran complejidad, y sin embargo, aparentemente, ¿qué más claro que aquel gran resplandor amarillo que bogaba lentamente detrás de los barrotes y era lentamente absorbido, hasta el eclipse, por la opacidad del muro? Y entonces su lento recorrido se inscribía en las paredes, bajo la forma de una claridad rayada de arriba abajo que por algunos instantes hicieron estremecer las hojas, y que terminó por desaparecer también, dejándome sumido en la oscuridad. ¡Qué difícil hablar comedidamente de la luna! ¡Es tan puta! Debe ser su culo lo que nos está exhibiendo todo el rato.

MANUEL PUIG, Boquitas pintadas

Y ahora estoy tan cambiada, hoy no me peiné en todo el día de tantas ganas de morirme.

lunes, 16 de febrero de 2009

IGNAZIO SILONE, Fontamara

A la cabeza de todo está Dios, señor del cielo.
Después viene el Príncipe Torlonia, señor de la tierra.
Después viene la guardia armada del Príncipe Torlonia.
Después vienen las jaurías de la guardia armada del Príncipe Torlonia.
Después no viene nadie más.
Y aún nadie más.
Y aún otra vez nadie más.
Después vienen los campesinos.

viernes, 13 de febrero de 2009

BOHUMIL HRABAL, Trenes rigurosamente vigilados

Anteayer un caza enemigo ametralló encima de nuestra ciudad a un caza alemán hasta quitarle un ala. Y el fuselaje se incendió y cayó en algún lugar del campo, pero el ala aquella, al soltalse del fuselaje, arrancó varios puñados de tornillos y tuercas, que cayeron sobre la plaza y les abollaron las cabezas a unas cuantas mujeres. Pero aquella ala planeaba sobre nuestra ciudad, los que podían se quedaban mirándola, hasta que el ala, con un movimiento chirriante se elevó por encima de la misma plaza, donde se juntaron los clientes de dos restaurantes, y la sombra del ala aquella cruzaba la plaza y la gente atravesaba la plaza corriendo hacia un lado y en seguida corría hacia el lado donde había estado un momento antes, porque el ala no dejaba de moverse como un péndulo enorme, que hacía huir a los ciudadanos en dirección contraria al sitio posible de su caída y mientras tanto emitía un ruido cada vez más fuerte y un sonido silibante. Y entonces dio un giro rápido y cayó en el jardín del decano. Y a los cinco minutos los ciudadanos ya se llevaban el metal y las chapas de aquella ala, para que en seguida, al día siguiente, aparecieran como techos de jaulas de conejos o gallineros; un ciudadano cortó esa misma tarde tiras de aquella chapa y por la noche se hizo en la moto unos hermosos protectores para las piernas.

miércoles, 11 de febrero de 2009

FEDOR DOSTOIEVSKI, El jugador

Pero he empezado a divagar y usted no me para. Deténgame más a menudo; cuando hablo con usted quiero decirlo todo, todo, todo. Pierdo la forma. Estoy de acuerdo, incluso, en que no sólo es la forma, sino que carezco de mérito alguno. Se lo confieso. Ni siquiera me preocupo de los méritos. En mí se ha detenido todo. Usted sabe la razón. En mi cabeza no hay ni un solo pensamiento humano. Hace mucho que no sé lo que ocurre en el mundo, ni en Rusia ni aquí. Pasé por Dresde y no recuerdo qué es eso de Dresde. Usted misma sabe lo que me domina. Como no tengo la menor esperanza y a sus ojos soy un cero a la izquierda, hablo abiertamente: la veo en todas partes, lo demás me es indiferente. No sé por qué la quiero ni cómo la amo. Es posible que ni tan solo sea bonita. Figúrese que ni sé si usted es guapa o no. Su corazón, de seguro, es malo; su alma no es noble... Podría ocurrir muy bien.

lunes, 9 de febrero de 2009

FRANZ KAFKA, Fragmentos de cuadernos y hojas sueltas

Son muchos los que esperan, una inmensa muchedumbre que se pierde en la oscuridad. ¿Qué quieren? Parece que vienen con determinadas exigencias. Me enteraré de lo que piden y responderé después. Pero al balcón no voy a salir; tampoco podría, aunque quisiera. En invierno cierran la puerta del balcón y no tengo a mano la llave. Pero tampoco me acercaré a la ventana. No quiero ver a nadie, no quiero ver nada que me perturbe; mi sitio está junto al escritorio, la cabeza entre las manos: ésa es mi posición.

ISAAC BASHEVIS SINGER, La destrucción de Kreshev

Ahora bien, podéis creerme, no fue sólo el fervor religioso lo que provocó el llanto de Lise. Durante los días y semanas previas a la boda estuve trabajando con ahínco. La muchacha se atormentaba con toda clase de preocupaciones y extraños pensamientos. Si en un momento la aterraba la idea de que pudiera no ser virgen, al siguiente rompía a llorar, temerosa de no soportar el dolor en el momento de la desfloración. De pronto la asaltaba una sensación inexplicable de vergüenza, y a continuación sentía miedo de sudar demasiado en la noche de bodas, o de que le doliera el estómago, o de mojar la cama o de sufrir aún peores humillaciones. La invadía también la sospecha de que algún enemigo la había embrujado, y revisaba su ropa en busca de algún nudo escondido. Ansiaba aplacar ese torrente de inquietudes, mas no lograba contenerlo. "¿Quién sabe? —se le ocurrió pensar un día—, tal vez estoy soñando despierta y no sea cierto que esté a punto de casarme". "¿O quizá mi prometido sea una especie de demonio con forma humana, y la ceremonia nupcial será sólo una ilusión y los invitados espíritus del mal?" A todo ello se añadían espantosas pesadillas. Acabó perdiendo el apetito y sufriendo de estreñimineto. Mientras todas las muchachas de Kreshev envidiaban su felicidad, ella padecía crueles tormentos.

LEV TOLSTOI, Confesión

Es terriblemente extraño, pero ahora lo comprendo: nuestro verdadero objetivo, nuestro deseo más íntimo, era obtener la mayor cantidad de dinero y de alabanzas posible. Para lograrlo no sabíamos hacer otra cosa que escribir libros y publicar en los periódicos. Y a eso nos dedicábamos. Pero para ocuparnos en algo tan inútil y al mismo tiempo mantener la convicción de que éramos personas muy importantes, necesitábamos un razonamiento que justificara lo que estábamos haciendo. Y encontramos lo siguiente: todo lo que existe es racional. Y todo lo que existe evoluciona. Y esa evolución depende de la instrucción. La instrucción se mide por la difusión de libros y periódicos: somos, por consiguiente, las personas más útiles, los mejores. Este razonamiento habría sido muy bueno si todos hubiéramos estado de acuerdo; pero cada idea expresada por uno suscitaba en el otro el pensamiento diametralmente opuesto, y eso debería habernos hecho reflexionar. Sin embargo, no reparábamos en ello. Nos pagaban, y la gente de nuestro círculo nos elogiaba; por lo tanto, cada uno de nosotros creía estar en lo cierto.

Ahora veo claro que no había ninguna diferencia entre nosotros y la gente que vive en un manicomio; entonces sólo lo sospechaba vagamente y, como todos los locos, pensaba que todo el mundo había enloquecido excepto yo.