sábado, 19 de septiembre de 2009

LA BANSHEE EMIGRANTE, Gertrude Henderson

—Vivimos tiempos difíciles, muy difíciles —comentó la banshee—. Llevo gimiendo por los O´Grady, fielmente, más de siete generaciones. En todos estos años ni uno solo de ellos ha muerto sin que antes yo no viniera y gimiera. Ahogados, enfermos, ahoracados, y el crup, y la gota... para mí todos han sido iguales. He gemido por todos ellos, uno tras otro, y en períodos de hambruna incluso tres en una semana, y nunca le he fallado a ninguno de ellos. Y no hay una sola banshee en Irlanda, y te digo la pura verdad, sin vanagloria, sin un lamento más horrible que el que les he dedicado todo el tiempo. Ninguna como yo para que se les hiele la sangre en sus corazones, se les salgan los ojos de las órbitas y se les doblen las rodillas.

viernes, 18 de septiembre de 2009

EL HORLA, Guy de Maupassant

Las gentes del lugar, las del monte, aseguran que de noche se oyen voces en el arenal, y que también se oye el balido de dos cabras, una con voz fuerte, otra con voz débil. Los incrédulos afirman que se trata de gritos de pájaros marinos, que unas veces semejan balidos y otras quejas humanas; pero los pescadores que regresan tarde juran que se han encontrado, errando por las dunas, entre dos mareas, alrededor de la pequeña ciudad separada por esa razón del mundo, con un viejo pastor, al que nunca han visto la cabeza, siempre cubierta por una especie de abrigo, y que conduce, caminando delante, un macho cabrío con rostro de hombre y una cabra con rosotro de mujer, ambos con largas cabelleras blancas, que hablan sin cesar y se pelean en una lengua desconocida, hasta que dejan de querellarse y se ponen a balar con todas sus fuerzas.

LA DILIGENCIA FANTASMA, Amelia B. Edwards

Repetí la pregunta en voz algo más alta, pero con idéntico resultado. Entonces perdí la paciencia y solté el marco corredizo de la ventana. Al hacerlo, el tirante de cuero se partió, quedándoseme en la mano, y observé que el cristal estaba cubierto por una fina capa de moho, acumulado, se diría, en el curso de los años. Interesado por el estado de la diligencia, la examiné con mayor atención y, a la luz incierta de los faroles de fuera, vi que estaba absolutamente ruinosa. No sólo necesitaba reparaciones por todas partes, sino que se estaba pudriendo. Las ventanillas se rajaban al tocarlas. Los accesorios de cuero estaban enmohecidos y literalmente putrefactas las juntas de las molduras. El suelo casi se quebraba bajo mis pies. En pocas palabras, todo el vehículo estaba muy dañado por la humedad y pensé que sin duda había sido rescatado del almacén, donde llevaría años descomponiéndose, para rodar un par de días más por las carreteras.

jueves, 17 de septiembre de 2009

LOS OJOS DE UN CRIADO, Hermann Lenz

Ese pasó a ser entonces para él el camino más confortable: las estrechas calles muertas y las casas casi vacías; las calles reverberaban blancos; en un jardín había una mata de flores amarillas y el que una dama estuviese sentada en un balcón con los pies apoyados en un taburete, tapizado de rojo, y leyese reclinada, le produjo una alegría casi salvaje, y pensó: "Se lo explicaré a Elise".

martes, 15 de septiembre de 2009

CUANDO DESEAR TODAVÍA ERA ÚTIL, Peter Handke

Ahora hace ya cuatro semanas
que reluce el sol
y me he sentado en la terraza
y a todo lo que me pasaba por la cabeza
y a todo lo que veía
únicamente le he respondido "sí, sí"

miércoles, 9 de septiembre de 2009

LA MUERTE DE IVÁN ILICH, Tolstoi

Este yacía como todos los muertos. Producía una particular sensación de pesadez, con los miembros petrificados y hundidos en la caja, con la cabeza reposando para siempre en el cojín y sacando, como siempre hacen los muertos, su frente amarilla de cera, con los escasos cabellos pegados en las hundidas sienes y la nariz saliente, que parecía inclinada sobre el labio superior. Había cabiado mucho, estaba aún más delgado desde que Piotr Ivánovih lo viera la última vez, pero, como les ocurre a todos los muertos, su cara era más hermosa y, sobre todo, con más expresión que cuando estaba vivo. Esta cara parecía decir que todo cuanto era necesario hacer había sido hecho; y había sido hecho bien.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

LA TERCERA GUERRA MUNDIAL, Ismael Grasa

Los hermanos, ya en carreteras catalanas, hacen señas cuando pasan junto a algún otro coche con matrícula de Huesca, los de uno y los de otro vehículo se miran y tratan de reconocerse. Luego los hermanos utilizan el cronómetro del reloj de la comunión para jugar a no respirar. Por la tarde, aparcado el coche cerca de la playa, se acercan a ver el mar, pero no sienten nada y se cansan en seguida.