martes, 16 de febrero de 2010

OBRAS PÓSTUMAS PUBLICADAS EN VIDA, Robert Musil

Un pequeño ratón se había construido cerca del banco, rara vez visitado, un sistema de pasadizos. Profundos para un ratón, con agujeros para desaparecer y volver a aparecer en otro lugar. Dentro de ellos se detenía, volvía a correr en círculos. De los truenos del aire surgió una inmensa calma. La mano humana se hundió frente al respaldo del banco. Un ojo, tan pequeño y negro como la cabeza de un alfiler, se dirigió hacia allá. Y, por un momento, se tenía una sensación tan extraña y perturbadora que no se sabía de veras si ese pequeño ojo negro y vivaz daba vueltas o si era la enorme inmovilidad de las montañas la que se movía. Ya no se sabía si se estaba consumando en uno la voluntad del mundo o la de ese ratón que resplandecía desde ese ojo diminuto y solitario. Ya no se sabía: si había una lucha o si ya regía la eternidad.