martes, 16 de diciembre de 2008

YURI ANDRUJOVICH, Recreaciones

Sabéis, amigos, cada paso nuestro hace el camino. Las cenizas de los imprerios pueden sepultarlo todo pero también está el viento sempiterno, el movimiento del aire, los flujos de ozono. Sólo nos podrá salvar el viento, sólo el agua de los ríos. Al amanecer las armas son preciosas, brillantes, relucientes. Cada uno de nosotros lleva encima estas armas, afiladas como la palabra de Dios. No os olvidéis tampoco del oro del sol, del musgo encima de las piedras, de los espejos cálidos del otoño. Amad a las chicas y os engedraréis a vosotros mismos. Criad abejas y no piséis las hormigas, y se os pagará con creces. Cultivad el trigo como dicen los libros, pastoread rebaños en las laderas. Tallad héroes de madera, comprad pájaros enjaulados y ponedlos en libertad. Pescad peces y queredlos como a cualquier otro símbolo. Haced caso a vuestra propia sangre porque la sangre es el Estado. Respetad cada brizna de hierba, pues la hierba es la nación, es la esperanza. Rezad sólo cuando veáis una concha o un pájaro o una herida. Cuando lleguéis al final de vuestro propio verano, entenderéis que el camino no tiene fin. Dios es Amor, Dios es Petróleo, y también todo lo demás.