miércoles, 29 de abril de 2009

COMO VIVÍ Y COMO MORÍ, Virgilio Piñera

Pues viví, salvo algunas satisfacciones de tono menor, como un miserable. Un miserable es un ser humano cuyo trasero se encuentra a la disposición de todos los pies; absolutamente de todos los pies, comprendidos los mismos pies de los miserables. Un detalle curioso: si un juez o un periodista me preguntase qué animal he visto más en mi vida, le diría sin vacilación que la cucaracha. Más que perros y gatos, animales que siempre ganarían en un concurso de compañeros del hombre. Y juré, en uno de esos raros días en que mi estómago estaba repleto, que si por un vuelco de la fortuna llegaba a ennoblecer mi vida, en mi escudo aparecería una magnífica cucaracha de oro en un campo azul...

martes, 28 de abril de 2009

BARTLEBY, EL ESCRIBIENTE, Herman Melville

Subiendo a mi antigua morada, encontré a Bartleby silencioso, sentado sobre la baranda en descanso.

—¿Qué está haciendo ahí, Bartleby? —le dije.

—Sentado en la baranda —respondió humildemente.

Lo hice entrar a la oficina del abogado, que nos dejó solos.

—Bartleby —dije —, ¿se da cuenta de que está ocasionándome un gran disgusto, con su persistencia en ocupar la entrada después de haber sido despedido de la oficina?

Silencio.

—Tiene que elegir. O usted hace algo, o algo se hace con usted. Ahora bien, ¿qué clase de trabajo quisiera hacer? ¿Le gustaría volver a emplearse como copista?

—No, preferiría no hacer ningún cambio.

—¿Le gustaría ser vendedor en una tienda de géneros?

—Es demasiado encierro. No, no me gustaría ser vendedor —respondió como para cerrar la discusión.

—¿Qué le parece un empleo en un bar? Eso no fatiga la vista.

—No me gustaría, pero, como he dicho antes, no soy exigente.

Su locuacidad me animó. Volví a la carga.

—Bueno, ¿entonces quisiera viajar por el país como cobrador de comerciantes? Sería bueno para su salud.

—No, preferiría hacer otra cosa.

—¿No iría usted a Europa, para acompañar a algún joven y distraerlo con su conversación? ¿No le agradaría?

—De ninguna manera. No me parece que haya en eso nada preciso. Me gusta estar fijo en un sitio. Pero no soy exigente.

viernes, 24 de abril de 2009

EL ENANO, Pär Lagerkvist

Mi estatura es de 65 centímetros. Estoy bien conformado, con las proporciones correspondientes, aunque tengo la cabeza un poco grande. El pelo no es negro, como el de los demás, sino colorado y echado hacia atrás de las sienes, y de una frente que más impresiona por lo ancha que por lo alta. Soy lampiño, pero, fuera de eso, mi rostro es como el de cualquiera. Las cejas son espesas. Mi fuerza física es considerable, especialmente si me enfurezco. Cuando se dispuso la lucha entre yo y Josafat, a los veinte minutos lo puse con la espalda contra el suelo y lo estrangulé. Desde entonces, aquí no hay más enano que yo.

sábado, 18 de abril de 2009

LOS CUADERNOS DE FRITZ KOCHER, Robert Walser

¿Cómo podría explicarlo? La música es un llanto en melodía, un recuerdo en tonos, una pintura en sonidos. No sé decirlo mejor. Sólo que las palabras sobre el Arte más arriba mencionadas no pueden ser tomadas en serio. Son tan poco ciertas como es el hecho de que hoy no me haya encontrado con ningún sonido. Algo me falta cuando no escucho música, y cuando escucho música, me falta algo de verdad. Esto es lo mejor que he sabido decir a propósito de la música.

viernes, 17 de abril de 2009

RÍANSE DEL HIPOPÓTAMO, Elimiliano Pastor Steinmeyer

Al fin llora, mientras dice el final del monólogo.

¡Estoy convencida de que nuestra emoción es el agua: somos agua, Rodolfo, somos agua, el agua se mezcla y los subpuntos somos tú y yo, o sea el periquito y la leona, estoy convencida, hijo de puta, al margen de ese libro, lo sé, somos agua, hijo de puta, dime al menos cómo se sale de aquí, no veo na...!

Grita. Mira bajo su zapato.

miércoles, 8 de abril de 2009

EDWARD STACHURA, Pura descripción

Y soñaba con grandes ciudades despobladas, abandonadas, derruidas. Iba por las calles sobre el asfalto ardiente; el silencio era tan tenso que al caminar sentía yo como si fueran a rompérseme los tendones de mis tobillos. Andaba de puntillas, mas a pesar de ello, a cada instante, un edificio se derrumbaba tras de mí, lenta y silenciosamente; inclinándose, agrietándose, desmoronándose trozos de piedra, bloques, ladrillos, marcos de ventanas, vidrios; todo silenciosa y calladamente se pulverizaba, como en un film en cámara lenta, hacia los cuatro puntos cardinales.

Soñaba con sombras sin sangre, sobre inmensas pantallas blancas, que se lanzaban contra sí mismas luchando a vida o muerte, derrumbándose unas a otras. Y en el aire resonaba, retumbaba, bramaba una música de ópera, que quién sabe de dónde provenía.