miércoles, 15 de julio de 2009

EL VILLORRIO, Faulkner

Erguido en la galería del bazar, dominando la media docena de individuos que estaban sentados, o en cuclillas, con sus cuchillos y trozos de madera, Varner contempló a su visitante atravesar el pórtico, cojeando, rígido, sin mirar ni a derecha ni a izquierda, bajar, desatar entre de entre los caballos de tiro y de montar, atados al pie del balcón, un mulo escuálido de ronzal raído y riendas de cuerda, arrastrarlo hasta la escalera, montarlo torpemente sin doblarse, y alejarse, siempre sin echar una mirada a su alrededor ni a los hombrese sentados en corro.