miércoles, 14 de enero de 2009

VOLTAIRE, Cándido

Cándido, temblando como un filósofo, se escondió lo mejor que pudo durante toda la matanza heroica. Al fin, mientras los dos reyes hacían entonar un "tedéum" en cada campo, decidió irse a razonar sobre los efectos y las causas, teniendo que hacer un camino regado de muertos y heridos antes de llegar a una aldea vecina, que encontraron reducida a escombros. Esta pequeña aldea abara había sido quemada por los búlgaros, según las leyes del derecho público. Por todos lados yacían viejos con el cuerpo acribillado, que dirigían miradas postreras hacia sus mujeres degolladas con los hijos mamando de sus ensangrentados pechos; las jóvenes mostraban sus vientres abiertos, después de haber servido para satisfacer las necesidades naturales de algunos héroes, y exhalaban sus últimos suspiros. Otras, medio quemadas, pedían a gritos que se acabase con ellas. Por el suelo, sesos humanos hallábanse esparcidos, al lado de brazos y piernas cercenadas.