miércoles, 11 de febrero de 2009

FEDOR DOSTOIEVSKI, El jugador

Pero he empezado a divagar y usted no me para. Deténgame más a menudo; cuando hablo con usted quiero decirlo todo, todo, todo. Pierdo la forma. Estoy de acuerdo, incluso, en que no sólo es la forma, sino que carezco de mérito alguno. Se lo confieso. Ni siquiera me preocupo de los méritos. En mí se ha detenido todo. Usted sabe la razón. En mi cabeza no hay ni un solo pensamiento humano. Hace mucho que no sé lo que ocurre en el mundo, ni en Rusia ni aquí. Pasé por Dresde y no recuerdo qué es eso de Dresde. Usted misma sabe lo que me domina. Como no tengo la menor esperanza y a sus ojos soy un cero a la izquierda, hablo abiertamente: la veo en todas partes, lo demás me es indiferente. No sé por qué la quiero ni cómo la amo. Es posible que ni tan solo sea bonita. Figúrese que ni sé si usted es guapa o no. Su corazón, de seguro, es malo; su alma no es noble... Podría ocurrir muy bien.