lunes, 9 de febrero de 2009

LEV TOLSTOI, Confesión

Es terriblemente extraño, pero ahora lo comprendo: nuestro verdadero objetivo, nuestro deseo más íntimo, era obtener la mayor cantidad de dinero y de alabanzas posible. Para lograrlo no sabíamos hacer otra cosa que escribir libros y publicar en los periódicos. Y a eso nos dedicábamos. Pero para ocuparnos en algo tan inútil y al mismo tiempo mantener la convicción de que éramos personas muy importantes, necesitábamos un razonamiento que justificara lo que estábamos haciendo. Y encontramos lo siguiente: todo lo que existe es racional. Y todo lo que existe evoluciona. Y esa evolución depende de la instrucción. La instrucción se mide por la difusión de libros y periódicos: somos, por consiguiente, las personas más útiles, los mejores. Este razonamiento habría sido muy bueno si todos hubiéramos estado de acuerdo; pero cada idea expresada por uno suscitaba en el otro el pensamiento diametralmente opuesto, y eso debería habernos hecho reflexionar. Sin embargo, no reparábamos en ello. Nos pagaban, y la gente de nuestro círculo nos elogiaba; por lo tanto, cada uno de nosotros creía estar en lo cierto.

Ahora veo claro que no había ninguna diferencia entre nosotros y la gente que vive en un manicomio; entonces sólo lo sospechaba vagamente y, como todos los locos, pensaba que todo el mundo había enloquecido excepto yo.