viernes, 18 de septiembre de 2009

EL HORLA, Guy de Maupassant

Las gentes del lugar, las del monte, aseguran que de noche se oyen voces en el arenal, y que también se oye el balido de dos cabras, una con voz fuerte, otra con voz débil. Los incrédulos afirman que se trata de gritos de pájaros marinos, que unas veces semejan balidos y otras quejas humanas; pero los pescadores que regresan tarde juran que se han encontrado, errando por las dunas, entre dos mareas, alrededor de la pequeña ciudad separada por esa razón del mundo, con un viejo pastor, al que nunca han visto la cabeza, siempre cubierta por una especie de abrigo, y que conduce, caminando delante, un macho cabrío con rostro de hombre y una cabra con rosotro de mujer, ambos con largas cabelleras blancas, que hablan sin cesar y se pelean en una lengua desconocida, hasta que dejan de querellarse y se ponen a balar con todas sus fuerzas.