miércoles, 9 de septiembre de 2009

LA MUERTE DE IVÁN ILICH, Tolstoi

Este yacía como todos los muertos. Producía una particular sensación de pesadez, con los miembros petrificados y hundidos en la caja, con la cabeza reposando para siempre en el cojín y sacando, como siempre hacen los muertos, su frente amarilla de cera, con los escasos cabellos pegados en las hundidas sienes y la nariz saliente, que parecía inclinada sobre el labio superior. Había cabiado mucho, estaba aún más delgado desde que Piotr Ivánovih lo viera la última vez, pero, como les ocurre a todos los muertos, su cara era más hermosa y, sobre todo, con más expresión que cuando estaba vivo. Esta cara parecía decir que todo cuanto era necesario hacer había sido hecho; y había sido hecho bien.